jueves, 16 de octubre de 2008

Miramar

Miércoles a la noche. Juega Argentina. Una buena oportunidad para salir a comer.Recorriendo la larga lista de lugares pendientes de conocer posé mi índice en Miramar, uno de los 51 bares notables de Buenos Aires. Situado en pleno corazón de San Cristóbal, la visita a este lugar se justifica más allá de la intención gastronómica (antes de bar, la propiedad supo ser fábrica de sombreros, y según cuentan, Gardel era uno de sus clientes). Pero como lo que nos interesa en este blog es la morfi, a morfar fuimos.

Llegamos temprano (algo pasadas las 20) no habíamos reservado. El lugar estaba vacío y fuimos muy bien recibidos por el mozo (volveremos para preguntarle su nombre) con su chaleco negro y camisa blanca impecable. Nos sentamos en una mesa sobre la ventana q da a la calle Sarandí, manteles blancos de los de antes, buena vajilla, panera musimesi. Los principales platos se ofrecen en una especie de pequeña pizarra de madera, con “apliques” en papel, sobre los que están escritos los clásicos de la casa, a saber: jamón serrano, boquerones, tortilla, rabo de toro, pulpo, caracoles, ranas a la provenzal, ostras (si si, ostras), tiramisú, mousse de chocolate. Acompañando la mini pizarra con los highlights viene una austera carpeta con tapas de cartón gris, sin inscripciones con la lista completa de platos (pocos) y una importante lista de buenos vinos argentinos y extranjeros (no preste mucha atención pero seguro había españoles). Los precios de los vinos son más que correctos, un 25/30% arriba de los precios de vinería. Les puedo asegurar que la carta sería la envidia de mas de un restó de esta ciudad. Muy bien 10 felicitado por este punto. Hay también una muy buena lista de vinos guardados que me hicieron pensar en cometer algún pecado, me contuve. Prometo sacar foto a esa hoja en mi próxima visita.

De entrada pedimos tortilla, bien babé. Salió con chorizo colorado. Muy rica, buen punto de cocción. Bien de sal, bien de sabor, bien textura. Aprobado con resto. Eugenia no pudo con su genio y se pidió unos bifecitos (2) de jabalí a la plancha con guarnición de puré de manzanas y chucrut. Según me contó y pude constatar (rescate 2 tenedoreadas) estaba buenísimo, sabroso y firme (no duro). Bien cocido. Yo avancé con las ranas a la provenzal. Estaban bárbaras, acompañadas de unas papitas al horno. Me encanta esa mezcla de pollo y pescado, casi me como hasta los huesitos. Manjar suena exagerado, pero es mi asociación directa para con las ranas. Un lujo. Con la pancita casi llena y bien regada con un Colome Malbec Reserva 2006, nos pedimos de postre un tiramisú. Según Eugenia prefiere el de Il Materello, para mi estaba bien, pero puedo entender el reclamo en la falta de definición de sabores de mascarpone y café. Me quedé con las ganas de probar la mousse (otra excusa para volver). Aplausos para el café cortito con crema. Y ovación para las 2 copitas de Amaro Averna (con yapa y todo) para terminar una linda velada porteña. Salud!

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