jueves, 25 de septiembre de 2008

Lima, Perú


Un año atrás realizamos un viaje por Perú en auto visitando maravillosos lugares como la costa sur, Nazca, Arequipa, el Colca, Puno y el Titicaca, Cuzco y Machu Pichu. Descubrimos en esa ocasión que la gastronomía peruana dispone de una variedad y riqueza para nosotros desconocida hasta entonces. Nuestro último destino fue Lima con apenas un día disponible; fugaz pero suficiente para sospechar que valía la pena realizar un viaje destinado especialmente a disfrutar de su cocina. Nos prometimos volver. De esto se trata este artículo que quería compartir con ustedes. No crean que es fácil compartir esta experiencia. Mucha gente aquí en Buenos Aires me pregunta "¿A Lima????? A qué fuiste??? A comer????!!!!!!". Si, a comer.


Nos alojamos en Barranco en la casa del escultor Víctor Delfín cuya hija, Lilian, maneja un bed & breakfast fabuloso, sobre el mar con habitaciones amplias, con una vista soberbia.

Día 1: Almorzamos en Chez Wong. Ubicado en el barrio La Victoria, humilde sector de Lima, es una casa sin ninguna identificación ni cartel; tiene 7 mesas en un salón pequeño super prolijo y limpio; al fondo la cocina, sin techo -un reflejo de lo poco que llueve en Lima- y en un rincón del salón un pequeño mostrador donde Javier prepara el pescado y sus platos a la vista; los lenguados los preparaba íntegramente en el momento, los corta prolijamente a medida que van saliendo los platos. No hay más personal en el local que Javier y Pedro.

Le dijimos a Pedro -el único mozo- que traiga lo que Javier sugiriera. Primero, un cebiche de lenguado y pulpo, con ese líquido blancuzco (que luego me explicaron en Toshiro que se hace con el limón y elajinomoto). Sencillamente espectacular y considero que fue el mejor cebiche del viaje. Luego dos salteaditos de lenguado: uno con una suerte de chauchas crocantes y verdes brillantes y algas, suavemente dulce y otro, un clásico saltado de lenguado con tomate y ají rojo. Tomamos cerveza alemana. Wong usa para algunos saltados Salsa Perrins.
En la mesa de al lado un animado grupo de empresarios y dirigentes del fútbol peruano conversaban y reían sobre las vicisitudes de la Copa Amércia, Nosotros habíamos llegado la noche anterior cuando la Argentinavenció a Perú por 4 a 0 por lo cual hablábamos en voz baja para ocultar nuestro origen, hasta que el mozo descorchó (es habitual en Perú llevar las propias botellas de vino) un Yacochuya 2002. Hicimos gestos de aprobación a nuestros vecinos y como si no hubiera ocurrido derrota futbolística alguna, nos convidaron unas copas; no sólo de la primera botella sino de las tres que tomaron.

Luego, Javier (Wong) se sentó a nuestra mesa y conversamos un buen rato sobre el profundo amor que despliega en su cocina, su resistencia a establecer una carta o menú ya que entiende que restringe su creatividad, y también de su aprecio por el Gato Dumas y su conocimiento sobre el Cuerpo de Cristo. (Nos comentó acerca de una mujer que escribe espléndidamente pero no recuerdo el nombre quizás alguien pueda ayudarme).

Mientras que conversábamos y como una premonición de lo que ocurriría después apareció el propio Gastón Acurio a visitarlo para filmar algunas imágenes de su programa gastrónomico en TV.

Astrid y Gastón. Para no desafiar la señal del mediodía fuimos al famosísimo Astrid y Gastón. El restaurante está en Miraflores en una calle elegante, es amplio y no demasiado lujoso. Empezamos con una entrada de caracoles de mar con miel y espuma de yuca. Luego, unos langostinos jumbo sobre risotto de maíz y un atún de Máncora? (rojo) con puré de habas. Finalmente unos sorbetes de frutas exóticas. La carta es extensa pero equilibrada y predominan los platos de base peruana con la vuelta de Gastón. La carta de vinos es muy buena con una interesante colección de vinos argentinos. Bebimos un Caballo Loco de Valdivieso Nº 8. Terminamos con un pisco Italia.
Excelente y delicioso.



Día 2: Para no repetir Acurio que es también dueño de La Mar, fuimos a otra cebichería Pescados Capitalestambién en Miraflores y en la Avenida La Mar. Un amplio y luminoso lugar, pretendidamente sencillo ofrece una importante variedad de cebiches, con bastantes notas de fusión, y pescados. Comenzamos con unmaracuyá sour y un cebiche de atún rojo y conchas negras (había que probarlas!!!). Estaba bueno pero le sobraba limón a mi gusto. Luego, unos pulpitos bebé a la parrilla y colas de camarones adobadas y braseadas. Deliciosos ambos.

Por la noche, cumpliendo nuestra promesa de un año antes, volvimos a Toshiro que algunos señalan como el mejor sushi de Lima. No nos defraudó. El mismo sushi man que nos había deleitado el año anterior con "un pescadito de profundidad" nos fue paseando por diferentes platos; desde los sashimis de atún rojo y pejerrey, tiradito de lenguado, chita con su piel asada hasta los platillos calientes que prepara Toshiro adentro en la cocina. Igual que el año pasado, todo termina con un "conito": alga rellena de arroz con langostino caliente con una salsita que no recuerdo qué tenía. De postre muy recomendable el helado de maracuyá.

Día 3: Se nos acababan los días y teníamos una lista todavía extensa para visitar por lo cual las decisiones se empezaron a
complicar.



Nos habían hablado mucho del nuevo restaurante Cala que además estaba muy cerca de nuestro lugar en Playa Barranquito sobre el mar. Una buena mesa sobre el Pacífico no podía defraudar. Probamos la causa clásica con camarones y una entrada con algunos mariscos y pescados calientes: calamares, langostinos y abadejo. Luego unos tallarines "chifa" con langostinos y un sudado de róbalo con chupe de camarones. Todo buenísimo y la vista estupenda. TErminamos afuera con un pisco acholado.Tiene una muy buena carta de vinos, incluyendo argentinos.

La última cena. Decidimos con algunas dudas por ir a Rafael. El reducto de un joven chef, Rafael Osterling con muchos fans. Primer problema: habíamos reservado pero nadie apuntó la reserva, el restaurante estaba repleto con unas 15 personas esperando (by the way recomiendo siempre reservar en Lima). Nos tomamos un pisco en la barra y una media hora después nos sentamos. El lugar es pequeño y las mesas muy apiñads y por lo tanto muy ruidoso. El resultado aquí es bastante contradictorio: la comida estaba buenísima pero la organización y la atención no está a la altura. Nuestra comida tardó como 1 hora y luego un plato llegó con una diferencia de 5 minutos con respecto al otro. Pudimos hablar con el propio Rafael al respecto y se justificó diciendo que "cinco mesas habían pedido pescado al mismo tiempo"!!!!!). No aclare que oscurece: el mozo nos dijo: "a los peruanos nos gusta ir a lugares así llenos de gente". Bueno pero igual la comida valió la pena. También hay buenos vinos.


Montevideo



Cruzar el charco en el Buquebús rápido que sale a las 8 de la mañana y reconocer solo tres horas mas tarde el olor a leña que proviene del Mercado del Puerto es una de las experiencias más gloriosas que están al alcance de la mano para los porteños. 
El hotel NH Columbia ubicado muy cerca del centro histórico pero sobre el río, está lo suficientemente a mano como para ir caminando al mercado e iniciar el ritual montevideano. 


En el Mercado del Puerto el mítico Roldós ofrece ademas del medio y medio (mezcla de champagne y sidra, dulce y peligroso cuya invención se adjudican) una barra interesante para tomarse un whisky - la bebida local y por algo hay una película que se llama así- o un aperitivo que le gusta a Eugenia, negroni, aparentemente en desuso ya que su preparación requiere la consulta obligada al senior del lugar. Recomendamos degustar también los sandwiches de miga de salmón y de otros sabores fresquísimos. Los sábados el lugar está atestado y animadísimo con doble fila alrededor de la barra a pesar de la prohibición de fumar que rige desde hace más de un año.

Después del aperitivo y con el apetito bien abierto cambiamos de barra y nos sentamos en el Palenque, la parrilla mas prestigiosa de la ciudad? Reconocemos al personal y al dueño, a quienes vemos una vez por año, pero que se nos presentan como viejos conocidos como ocurre siemrpe con los lugares que recordamos y a los que ansiamos volver con mas frecuencia. Allí no hay secretos la parrilla a la uruguaya con mucha leña está a la vista y la calidad de la carne es fabulosa. Déjense llevar por las recomendaciones y por lo que ven. La picaña -riñonada para nosotros- está buenísima y las verduras a la parrilla también. Algunas extravagancias como el pulpo y el jamón, están correctos pero me jugaría solo a la parrilla que ofrece pescados cerdo, pollo y achuras. Buena carta de vinos, ocasión para probar los buenos vinos uruguayos reserva que si bien son caros son interesantes. Recomendamos los premium de la bodega Bouzas. Tannat.


Si están enteritos después de aperitivo y tintillo, pueden seguir recorriendo el barrio viejo a la caza de los bares antiguos. Hay uno que se llama Los Beatles que está cerca del Mercado que no recomendamos demasiado excepto que estén escribiendo e investigando sobre el medio-bajo mundo del puerto pero pueden pasar por la puerta y chusmear de qué se trata.
La historia de Montevideo está asociada a los bares y al whisky dicen que los "pulperos" fue el primer oficio de la ciudad y que la proliferación de pulperías asombraba a los visitantes de las épocas fundacionales: 171 comercios para 7.000 habitantes. Tenemos un libro que oficia de guía -"Boliches Montevideanos" y que tratamos de en cada viaje completar el recorrido sugerido. La ciudad se embarcó en una iniciativa de recuperación de viejos bares y boliches que la verdad se podría imitar en Buenos Aires. Algunas sugerencias de este recorrido: a) en el centro y barrio viejo: el Roldós ya referido; el Fun Fun a la noche, el Café Brasilero (para café a la mañana donde va Galeano)

Montevideo Sur, bar de barrio con mucho solitario;


en Pocitos: la Giraldita para un aperitivo el sábado al mediodía,
el Hispano para probar los ingredientes que son como 40 platitos de cositas que incluye 2 ravioles, salchichitas, mondongo, sanguchitos, fosforitos, pizza y miles de cosas más) el Tasende para comer pizza al tacho (buenísima!!!) el bar 62 para comer algo ya un poco más formal. Una joya: el Oro del Rin es un pasaje en el túnel del tiempo. Vayan a tomar el té.
Hay gastronomía en Montevideo pero tiene un desarrollo incipiente. No es el típico concepto "gourmet". Algunos restaurantes: La silenciosa en el centro, Da Pentella en Pocitos . 


No está de mas un recorrido por el parque rodo un domingo de primavera soleado que incluya el tren fantasma para ver al pueblo montevideano en su salsa y ni hablar en epoca de carnaval.

Para muchos Montevideo "atrasa" pero ese es su encanto.



Los Clásicos: Oviedo

Inauguramos una nueva etiqueta para este Blog: "Los Clásicos". Sin duda Oviedo esta dentro de este grupo.
El servicio siempre impecable y estable, lo cual sin duda contribuye a establecer una buena relación cliente-restaurante o cliente-mozo si uno es lo suficientemente obsesivo como para intentar ir siempre a la misma mesa o zona del establecimiento, . Además esta vez me llamó la atención observar lo que seguramente es un ejercicio clásico de enseñanza gastronómica: mozos noveles tomando algunos movimientos en ciertas mesas con el ojo atento y el consejo preciso del mozo conocedor.
El Salón: Me gustan las arañas, sólidas y de luz suave, le dan carácter al lugar, muy buenos los dibujos de Brascó, debo confesar que la parte principal de salón que da a la calle no es lo que mas me gusta del restaurante, es un poco ruidoso y las mesas están un poco juntas, además me parece que comer es un acto íntimo y el contacto con la vereda no aporta nada a la experiencia. Por eso siempre pedimos las mesas de atrás de la planta baja que son como "privados" dentro del restaurante. Otro hit: los fumadores tienen su propio espacio en el primer piso, mas tranquilo que la planta baja pero igualmente elegante. En definitiva hay mesas para todos los gustos y creo que suma para el lugar.
Los enseres impecables: platos, cubiertos, mantelería y cristalería están a al altura de la calidad que se respira en todo el lugar (incluso recuerdo alguna charla con el mozo de "nuestro sector" acerca de los standards que se utilizan para los tamaños de los platos según el tipo de comida). Me atrevería a decir que la cristalería debe ser de las mejores de la cuidad por calidad y variedad.
Carta viva, sólida, con clásicos que perduran en el tiempo ( la tortilla, el pulpo gallego, los hongos de Pinamar, los arroces, el cordero de la Biznaguita, y el chanchito -¿le dieron vacaciones al chanchito?-). En esta última visita detectamos novedades en la carta: el ragout de liebre, el de ciervo, unos ravioles de funghi ... Siempre quedan ganas de volver por algún platillo y me quedé con ganas del, también clásico, atún rojo con puré de wasabi. La carta de vinos es un placer, hay para todos los gustos y presupuestos; 500 etiquetas en bodega entre 14.000 botellas, accesibles vinos por copa y coleccionables que esperan algún festejo o metejón. Otro clásico de Oviedo son sus oportos, "la antigua costumbre de beber ése vino dulzón fortificado con un toque de brandy" para antes o después de las comidas.
Habiendo marcado la cancha, vayamos a los bifes.
Recurrimos a nuestro sistema de compartir tres platos + postre (1 entrada+2platos o 2 entradas +1 plato y a veces 3 entradas) Siempre me da la sensación (generalmente durante el 2º plato) que nos quedamos cortos, pero al terminar el postre la opipariedad siempre nos invade.
Me gusta lo de compartir todos los platos, me parece que lo disfrutamos más como equipo, y nos da la posibilidad de probar mas opciones del menú. Y como la onda viene de clásicos, elegimos tres básicos de la cocina mediterránea y nos hicimos por el mismo precio un recorrido por Francia, España e Italia, todo regado con malbec salteño (clásico pero no tanto?? o un nuevo clásico??) De postre no podía ser otra cosa que: chocolate!!!. Premier: Foie gras mi cuit (¿novedad? no recuerdo haber visto anteriormente foie en Oviedo). Vino tibio, presentado sobre un zócalo de papa, con un aderezo ¿agridulce? alrededor, lo recubría una lámina de caramelo. No recuerdo muy bien otros ingredientes, pero la culpa no era del foie sino de Baco que me tenía embobado con un San Pedro de Yacochuya 2000, dificil de encontrar en otro lugar que no sea en la bodega del Sr. Garip. Un "vino de la Ostia" como le leí a alguien en el Cuerpo de Cristo. Cada tanto me cruzo con ese vino y no me puedo resistir; para mi es un vino bíblico y si Cristo hubiera tenido que hacer milagros enológicos hubiera seguido los consejos de San Pedro, el de Yacochuya.
Lo bue si bre 2 veces bue y el foie compartido duró un suspi. Segundo: había llegado con la idea de comer tortilla, es mas creo que elegí todo el resto del recorrido por la carta con el único objetivo de acompañar una tortilla. La ordenamos babé; muy rica, temperatura y punto perfecto, chorreaba un poquito el huevo, le tuve que pasar el pancito (¿podría ser un poco mejor la panera de Oviedo?) aderezamos con pimienta y yo le agregué una pizca de sal. Me hizo acordar a las tortillas de Commander (Malabia y Vera, no existe más) q se ganó el lugar de mito que muchas veces acompaña a la desaparición. Antojo saciado y felicidad.
Terzo: Risotto de Hongos. Las otras 2 opciones de Risotto son de langostinos (buenísimo) y de Mar (no lo probé). Los arroces son uno de los platos insignia de Oviedo. Sobrevuela cierto aire de contradicción entre Risotto y Oviedo (pero q catzo importa), es mas si van a la carta on line y entran a paellas se van a encontrar con los Risottos (lo perfecto no es amigo de lo bueno). El punto del arroz, perfecto, cremoso, estaba presente el queso (supongo pecorino) y obviamente los hongos secos. Casi un postre.
Postre: Coulant de chocolate (otro classic) con helado de chocolate amargo. Esta fue una concesión para con mi amada. Por todo lo que le cedo a ella recibo el doble. La combinación del chocolate tibio del coulant con el frió del helado resultaban muy agradables. El coulant respondía perfectamente a las reglas del buen arte y el helado de chocolate viene con unos toques de especies que tan bien van con el cacao.
Terminamos ahí. Dejamos los espirituosos para casa. Cuenta, taxi y home sweet home.

martes, 23 de septiembre de 2008

Il Matterello

No se si podemos ser realmente objetivos con este restaurante porque se ha convertido en una suerte de vicio y, hasta el momento ocupa el número 1 de nuestra -provisoria- lista de restaurantes italianos en Buenos Aires. Lo conocimos por primera vez hace unos 15 años atrás, volvimos esporádicamente, pero desde hace un tiempo lo visitamos casi todos los miércoles; es de esos lugares en los cuales uno nunca se cansa de ver la carta - que suele ser siempre la misma- y de probar una y otra vez los mismos platos.
Il Matterello está en La Boca, cerca de la cancha de Boca en la calle Martín Rodríguez. Es pequeño, en una típica construcción del barrio y se accede bajando una escalerita. El ambiente es pulcro y sencillo pero cuidado y la cocinaestá a la vista. Administrado por una familia con cierto predominio matriarcal, ofrece una carta corta, pero contundente, nada rebuscada y con una interesante oferta de vinos. El servicio es amable y relajado a la vez que correcto, pero además la frecuencia de nuestras visitas le agrega ese plus del viejo conocido que se adelanta a nuestros pedidos tipo "¿un cortito con crema?".
La cocina - hasta ahora probamos todo menos las carnes- es sencillamente impecable sin sobreactuaciones ni agregados innecesarios y con ingredientes de primera calidad. Incluye unos deliciosos antipasto, pastas caseras - que recomendamos probarlas con las salsas sugeridas-, risottos y carnes. De antipasto probamos las olivas a l'ascollana, los antipastos fríos y calientes, el plato de quesos y fiambres, las verduras y las croquetas de verdura. Los platos de pasta son todos buenísimos pero la lasagna es memorable al igual que los tortelli bianchi y los ravioles; hay algunas rarezas para los menúes italianos porteños como los ravioles de borraja y los tagliatelle verdes servidos con la rúcula fresca. El risotto de funghi, sencillamente perfecto. Entre los postres destaco el tiramisú, la crostata, los profiteroles y una copa que no recuerdo el nombre con helado, sambayón y merengue. Siempre hay un lemoncello como bajativo.

viernes, 19 de septiembre de 2008

La vinoteca del Palacio Duhau

Quizás requiera un pequeño esfuerzo superar la tensión que le genera a un simple mortal atravesar como si nada la entrada de este aristocrático palacio en plena Avenida Alvear, saludar al personal atentísimo de la entrada y bajar las escaleras hacia la Vinoteca. Pero créanme, vale la pena. Lo primero que se nos aparece es una araña de cristal impresionante sobre una única mesa alta de marmol rodeada por una cava - que según dicen los que saben es de las mejores de Buenos Aires - y de una habitación de quesos. Si bien se puede utilizar el lounge del restaurante recomiendo sentarse allí mismo, aunque tengan que compartir esa mesa con animados forasteros o locales sin poder sustraerse a lo que conversan.
Un sommelier y una maitre fromager se acercarán con toda naturalidad y sabrán orientarlos sin que se sientan analfabetos; pueden dejarse llevar. La carta de vinos es impecable y extensísima con precios correctos y la carta de quesos incluye variedades argentinas y del mundo que son servidos con chutneys y frutos secos. Por un precio accesible se puede realizar una degustación de 7 quesos que para dos personas está mas que bien. La experta en quesos siempre realiza una propuesta sobre la base de los gustos del comensal que después explica con minuciosidad y precisión indicando también el orden en el que deben ser saboreados. Puede parecer una extravagnacia pero hay que hacerle caso aunque a veces es difícil recordar los nombres de cada variedad.
Hay un rinconcito muy agradable para una noche de verano en la terraza privada y tambien se puede acceder al jardín del restaurante cuando hay lugar disponible.
Como dice Marcos, la vinoteca es el alma del Duhau-Hyatt.

Gioia (Hotel Hyatt Buenos Aires)

Solemos ir con cierta frecuencia a la Vinoteca del Hyatt en el Palacio Duhau, (a nuestro entender el alma gastronómica del Hotel, un lugar muy recomendable). Alguna vez fuimos al restaurante francés del hotel. Comimos bien, pero hasta hoy no hemos regresado. Nos quedaba pendiente la visita al restaurante italiano, Giogia, sobre el cual tenía la recomendación de un amigo confiable en cuestiones gastronómicas. Llegamos al hotel, entramos por el Palacio Duhau (Alvear 1661, Buenos Aires), dejamos el auto al valet parking. Un lujo (me refiero a la entrada). Se puede llegar al Gioia por el Jardín (otro lujo) o por lo q llaman el Paseo de las Artes, galería de arte subterránea con florería incluida. Llegamos al restaurante. El salón es correcto y como la mayoría de los restaurantes de los hoteles, tanto la arquitectura como la decoración son bastante neutros, lo cual para estas épocas de excesos y modas cortas es una garantía de tranquilidad visual, al menos. Hay una mesa central con postres. Atrás un gran sillón en forma de medialuna con mesas individuales. Los ventanales q dan al jardín son enormes y eso esta muy bien, la vista del palacio es imponente. Hay muy buen espacio entre las mesas. El servicio es el de un hotel 5 estrellas, jóvenes profesionales (o en vías de serlo) muy atentos y q conocen su trabajo, solo nos quedaría preguntarnos cual es el límite entre el buen servicio y la sobreactuación. Los mejores lugares son aquellos q te hacen sentir cómodos, como en casa, manejar ese equilibrio es el secreto de la profesión de recibir.
Nos dieron una mesa en el medio del salón, bien iluminada, baja, con sillas tirando a de jardín. Vajilla, mantelería y cubiertos muy bien. Menú: en cuanto a su aspecto formal me parece q deberían invertir un poco mas, es un restaurante de lujo, tapa de cartulinas y hojas de papel común no alcanzan. Contenido: entradas: había una sopa de papas q nos dejo con las ganas, unas ensaladas (queso azul con pera) y alguna otra cosa q no nos tentó. Compartimos el atún rojo (la entrada vino compartida, un buen detalle), muy rico, sellado por fuera y bien rojo adentro, venia acompañado por unas hojas verdes, un poco de menta, tomates cherrys, alcaparras, bien aderezado. Nos gustó. Vinos: la opción es acotada y correcta. Nos tomamos un Joffre Premium (q fea palabra) Merlot 94. Ya lo habíamos probado, en muy rico, un merlot bien característico, gran personalidad, me dejo buenos recuerdos y ganas de tomarme otro. Platos: eugenia pidió un rissotto al funghi porcini, muy rico, bien legible los hongos, asomaban las trufas y el vino blanco, nos pareció (lo probé obviamente) q el punto del arroz no era 10 puntos. yo diría, un 7 para ese item. http://elcuerpodecristo.com/wiki/Risotto
Yo elegí tagliatelli con ragu a la bolognesa, estaba rico, el punto de la pasta bien, el ragú también, pero no puedo escribir mas de 2 líneas al respecto.
Postres: no somos amantes del sistema buffet, nos dio fiaca la mesa de postres, no se pueden compartir. (no me gusta q en un restaurante me digan q hay cosas que no puedo hacer, me parece q es contradictorio con el espíritu de agasajar). Pasamos al café q viene acompañados de una galletitas con chocolate y pistachos muy ricas, además de unas láminas de chocolates también muy ricas. (me gusta este gesto de acompañar el café con cositas ricas). Como siempre (per jodere, diría mi mama) pedimos ristretto con crema, para ver que onda.
No conocen el secreto de como sacarlo cortito, con crema y calentito.
Para terminar nos fuimos a fumar al jardín, eugenia su marlboro nº 6 y yo mi cubanito post cena y post haber dejado de fumar cigarrillos.
Vamos a volver de día para curtir el jardín.

De comida italiana en Buenos Aires

¿Cuáles son los mejores restaurantes italianos en Buenos Aires? Este es el primer desafío que nos planteamos en este blog y si no me equivoco va a ser de los más difíciles que tengamos que enfrentar. Algunos dirán "Eh, hay un montón, con la cantidad de descendientes de tanos que hay en el país...." sin embargo hasta ahora me sobran los dedos de una mano para decir "andá a tal lugar que no te equivocás". En este blog exploraremos algunos que conocemos y visitamos pero estamos ávidos de sugerencias.
 

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